Las diminutas escamas
estriadas que producen esta textura ayudan al tiburón de dos maneras. Por un
lado, canalizan el agua, lo que le permite nadar con un mínimo de resistencia.
Y por el otro, van flexionándose a medida que el tiburón se desplaza, creando
así una superficie inestable que impide que se le alojen parásitos.
Las propiedades de la piel
del tiburón tienen una amplia variedad de aplicaciones. Por ejemplo, ya se ha
comercializado un traje de baño de un tejido cuya superficie exterior,
inspirada en la piel del tiburón, aumenta la velocidad del nadador
aproximadamente en un tres por ciento. Se cree que los mismos principios se
pueden emplear para fabricar automóviles y barcos con menos resistencia a la
fricción.
También se investiga la
manera de aprovechar la propiedad autolimpiable de la piel del tiburón en la
producción de revestimientos antiincrustantes para embarcaciones, los cuales
serían más ecológicos que los fabricados a base de compuestos metálicos. Dicha
propiedad incluso podría aplicarse a productos y aparatos médicos con el fin de
reducir el riesgo de infecciones hospitalarias.
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